domingo, 2 de octubre de 2011

PRESENCIA AFRODESCENDIENTE EN MÉXICO

El estado de Oaxaca está situado en el sector sureste de la República Mexicana, pertenece a la región del Pacífico Sur y según las estadísticas nacionales figura entre los estados más pobres del país. Coexisten en la entidad 16 etnias y la mayoría de la población es indígena; sin embargo, en la región de la costa destaca una presencia invisibilizada, acallada y desconocida por la historia nacional: la cultura afrodescendiente o afromexicana, los negros de México.

Las acciones gubernamentales para resarcir la situación de pobreza y miseria en Oaxaca han sido débiles. Por ende, han surgido en los últimos años grupos de personas organizadas desde la socie­dad civil que buscan combatir el retraso económico, político, educativo y cultural existente en las ocho regiones del estado, a saber: la Sierra Sur, la Sierra Norte, la Mixteca, el Papaloapan, el Istmo, la Cañada, los Valles Centrales y la Costa.
Algunos sectores sociales viven con más crudeza esta falta de oportunidades, puesto que son objeto de diversas formas de discriminación, motivada entre otras causas, por su credo, por ser ha­blantes de lengua indígena, por la xenofobia, el género y las preferencias u orientaciones sexuales, acciones todas que contradicen el principio de no discriminación que en México se ha tratado de instaurar en los últimos años.


La multiculturalidad del estado se refleja en la convivencia de las comunidades indígenas conforma­das por zapotecas, mixes, chinantecos, triquis, chontales, tacuates, mixtecos, chatinos, mazatecos, entre quienes existen semejanzas constatables en sus costumbres, cosmovisión, formas de gobierno, fiestas patronales y culto a la tierra o a sus dioses. Las zonas que habitan ordinariamente las comunidades in­dígenas se encuentran ubicadas en las partes altas de la orografía oaxaqueña, y muy pocas de ellas viven en la zona de los valles centrales.

Las comunidades afrodescendientes se hallan principalmente en la zona del litoral comprendido entre Acapulco, Guerrero, y Puerto Ángel, Oaxaca, constituyendo la re­gión conocida como la Costa Chica, conformada por las estribaciones y los declives de la Sierra Madre del Sur, que se diluyen en extensas sabanas hasta las planicies de las arenosas y largas playas del Pacífico.

La presencia negra en la región de la Costa Chica oaxaqueña se ubica en el distrito de Jamiltepec, y las comunidades con presencia mayoritaria de afromexicanos son: San José Estancia Grande, Santa María Corti­jos, San Juan Bautista Lo de Soto, San Pedro Orizaba, Callejón de Tío Cleto, Los Tachicones, Santiago Tapextla, Llano Grande Tapextla, San Isidro, Cahuitán, La Culebra, Tecoyame, Santo Domingo Armenta, El Callejón de Rómulo, Lagunillas, Mártires de Tacubaya, El Naranjo, Llano Grande “La Banda”, San Francisco el Maguey, Rancho Nuevo, Cañada del Ma­guey, Charco de las Garzas, El Alacrán, Pinotepa Nacional, Santiago Collantes, El Ciruelo, Mancuernas, Cerro de la Esperanza o El Chivo, Corralero, El Tamal, Guadalupe Victoria o Lagartero, La Noria Minindaca, Lagunillas, Lo de Candela, Lo de Mejía, Lo de Riaño, Loma Larga, Los Pocitos, Minitán, La Palma, Playa Banco de Oro, José María Morelos, Santa María Chicomotepec o La Boquilla, El Potrero, Paso del Jiote, Cerro Blanco, San José Río Verde o La Boquilla de Río Verde, Río Viejo, Emiliano Zapata, El Santo, El Charquito, Coyuché, La Tuza, La Humedad, Piedra Ancha, Patria Nueva, El Guayabo, El Platanillo, El Azufre, Chacahua, Zapotalito, La Pastoría, Cacalotepec, Río Grande, El Corral, Lagar­tero, Charco Redondo y Pueblo Nuevo.

A pesar de la similitud y convivencia existente entre las culturas indígenas y mestizas de Oaxaca, la presencia afrodescendiente en la región de la Costa Chica confiere a la zona una diferencia radical, puesto que las manifestaciones culturales, la cosmovisión y la socialización de los pueblos negros son muy peculiares y distintas a las de los pueblos indígenas y mestizos.

Sus tradiciones se expresan de manera importante, por ejemplo, a través de la danza, los sones de artesa, los fandangos y los cantos de corridos donde se sustenta la permanencia de la cultura negra de origen.

Las danzas negras tradicionales de la región se presentan principalmente por motivos rituales, de remembranza colonial, de conquista, de ridiculización, o simplemente por el gusto de hacerlo y mantener vivas dichas tradiciones. De manera general se piensa que son una plegaria para invocar el apoyo de las fuerzas superiores, para demostrar devoción y respeto a la divinidad. Por ello –como símbolo de ese respeto– se danza en el atrio de la iglesia y en la agencia municipal.

Entre la población afromexicana de la Costa Chica son recurrentes las danzas de La Tortuga, El toro de petate y sus 24 caporales y Los diablos, esta última, de acuerdo con Isidro Ramírez López es la que mejor representa a los pueblos negros. En las celebraciones rituales de los días de muertos en los pueblos de la Costa Chica es toda una tradición la presencia de las comparsas de diablos que representan a los espíritus de los muertos; son, como se dice allá, “diablos de reposo”, en oposición a los verdaderos diablos del infierno. Lo más impactante del atuendo para dicha danza es, sin duda, la máscara, que se elabora con crines, colas de caballo y cuernos de venado que simulan largos bigotes y barbas en alusión directa a los muertos y cuya intención es representar y ridiculizar las acciones llevadas a cabo por los españoles contra los esclavos negros en tiempos de la Colonia.

Una muestra más de la herencia cultural de la diáspora africana en las comunidades costeñas de Oaxaca se manifiesta en el uso de los instrumentos musicales que actualmente acompañan a las danzas tradicionales. Uno de ellos es la charrasca, una quijada de caballo o de burro con las piezas dentarias flojas y a veces pintadas; el otro es la arcuza o bote, instrumento de fricción hecho con un bule de calabaza en cuya parte superior se coloca un parche de cuero de chivo con cierta similitud al tambor, en el centro del cual se fija una vara móvil que puede o no perforarlo, esta vara se unta con cera virgen y al frotarla produce un sonido rítmico que hace las veces de bajo. El tercer instrumento que hace comparsa a la danza regional es la armónica, aunque antiguamente se llegó a utilizar tam­bién el violín.

En el plano musical, los géneros más escuchados en la región son el corrido costeño y la chilena. Los corridos narran de manera ingeniosa los acontecimientos y la vida cotidiana de los pueblos y comunidades poniendo el énfasis en las cosmovisiones e ideas usadas para describir la muerte, la valentía o el amor. Los corridos cuyo contenido son una clara denuncia, muchos de ellos, no son grabados se cantan ante un reducido número de público o en su caso cuando el contenido hace alusión a alguna situación […] comprometedora y si la persona aludida está viva se le pone de aviso o notifica del corrido para que finalmente dé su punto de vista y aprobación.

Los trovadores o composito­res de corridos son en ocasiones testigos presenciales y a veces los propios protagonistas o personas informadas que reconstruyen los acontecimientos de la microhistoria regional y utilizan el lenguaje cotidiano con el fin de construir un testimonio veraz y accesible al público.

La chilena, estilo musical adoptado y ejecutado en la Costa Chica es, de acuerdo con los conven­cionalismos, una variante de la cueca chilena de origen peruano y con influencia morisca. La intro­ducción y potestad de este ritmo en la costa es motivo aún de divergencias entre los especialistas, quienes coinciden únicamente en que su entrada a México se dio por medio de las incursiones ma­rítimas que durante muchos años vivió dicha región. La chilena amalgama de manera magistral la música y el baile con una alta connotación sexual y conserva el ritmo alegre copiado de las orquestas originarias, aunque con el paso del tiempo ha perdido ese carácter, dando pie a la instrumentación electrónica de su ritmo y tomando cada vez más elementos de la cumbia colombiana e influencias de los exponentes de la música tropical de Guerrero de los años 70. Ello le ha permitido establecerse también en el gusto musical de la población mestiza e indígena de Oaxaca y Guerrero, contribuyen­do a la relación multicultural de la zona y provocando el resurgimiento de grupos y solistas de anta­ño, cuya influencia se daba principalmente en el ámbito local y que ahora se comercializan en toda la región.
Otros rasgos característicos de la cultura afrodescendiente que siguen vigentes y que cohesionan a dicha población son el curanderismo y la terapéutica ancestrales, que conceden una posición social importante a las personas que los practican, ya que se les atribuye una connotación de dones sobre­naturales. El negro prefiere tomarse un té de abrojo para curar sus malestares, hacerse una limpia cuando siente que otros le desean mal, o ir con el anciano del pueblo para que lo “sobe” cuando sufre algún accidente, antes que asistir a los pocos servicios médicos de la región.
La mujer afromexicana es sumamente solidaria, en especial cuando alguien muere en el pueblo o cuando hay una fiesta, en cuyos casos se presenta en la casa del difunto o del festejante y ayuda a preparar la comida, a adornar, a rezar, además de que apoya económicamente a los familiares y los acompaña en el duelo.
Las relaciones de parentesco son sumamente importantes y están basadas en el respeto, especial­mente a los familiares más cercanos, a los suegros y a los padrinos. En el caso del apadrinamiento to­davía existe en las comunidades afromexicanas una serie de costumbres que giran en torno al culto a la personalidad y a la consideración de dichas figuras, donde los ahijados deben saludar a sus padrinos arrodillándose para recibir una bendición. La relación de las mujeres recién casadas con los suegros es también motivo de rivalidades y disputas entre las jóvenes que ya conforman parte de una familia política.
De este recuento no exhaustivo de algunos de los elementos culturales y geográficos que dan cohesión y sentido a las comunidades afromexicanas podemos concluir que todos los pueblos se mueven en torno a aquellas manifestaciones que cobran significado y que propician el surgimiento y la consolidación de su identidad. La tarea pendiente consiste en lograr que la riqueza cultural de sus expresiones sea conocida por todos y que el proceso de vida multicultural que se da en la región pueda avanzar firmemente hacia un modelo de relación intercultural y no discriminatorio.

Fil. ISIDRO RAMÍREZ LÓPEZ
Presidente de Socpinda-DH

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